Editorial Bajo la
luna, Buenos Aires, 2017.
Lo primero que leemos es un
poema en inglés de Wallace Stevens: “Uno debe tener un ánimo de
invierno /para considerar la escarcha y las ramas…”. Tras esto, comienza la novela
y la nieve solo aparecerá en la página 123.
Pero antes, un título sin duda
desafiante: esa palabra, judío, en
una novela escrita por quien decide desentrañar una historia familiar. El marco
es una situación habitual: un casamiento, una pareja que hace primero su
ceremonia civil y luego se prepara para un festejo que se ve alterado por el
aviso de que el padre del novio ha sido internado por unos dolores que
supuestamente corresponden a una hernia que va a ser operada de urgencia pero
sin ningún mal pronostico .
Y de aquí en más se despliegan
los datos: la novia, Anita, es católica: Hernán, el novio, es el hijo de Elías
Fauré, el buen judío, que ha dejado de serlo, rechazado y condenado por su
entorno religioso pero también familiar, ya que se ha casado en segundas
nupcias con una mujer no judía, madre de Hernán y de Martín.
Al conflicto religioso, que más
que religioso es en todo caso cultural, se añade los naturales roces entre
hermanos, hermanastros, medio hermanos y por supuestos, parientes políticos.