Muchas
veces Victoria Ocampo confesó que era tímida. Que cuando se enfrentaba
con sus héroes literarios le faltaban las palabras, no sabía qué decirles. Como
parte de su camino de aprendizaje vital que sólo terminó en su vejez, el
acercamiento a estos héroes es, seguramente, una proyección de sus
apetencias creadoras, una manera de encontrar su propia identidad. Tardía,
trabajosamente, es la ley de su destino la que la llevaba a no cejar, a no
entregarse. En 1934 vuelve a Europa, invitada por el Instituto
Interuniversitario Italiano a un ciclo de conferencias.
Victoria no ocultó a sus anfitriones su antipatía hacia el régimen fascista,
pero sin embargo la invitación se mantuvo. la conferencia, titulada
"Supremacía del alma y de la sangre", sirvió para exponer su postura
frente a una literatura en la que se manifiesta una manera apasionada de ver la
vida, muy similar a la suya propia. D. H. Lawrence fue uno de los escritores
analizados.
¿Cómo
no suponer que esta mujer que tenía entonces cuarenta y cuatro años, separada
de su marido, rica y libre, iba a sentirse atraída por la figura de Mussolini?
Y en esta atracción se reflejaba sin duda el poder de una personalidad
carismática, como la del político italiano, pero también la capacidad de mirar
de Victoria. Casi