Cada vez que recuerdo aquellos años, vuelvo a
congratularme de la universidad en la que me tocó estudiar. Era la universidad
de la libertad de cátedra, la del cogobierno estudiantil.
Aquellos eran unos años en los que la felicidad
tenía que ver con una actividad de búsqueda, pero además de riesgo. Era la
necesidad de darle una vuelta al pensamiento que habíamos recibido, un
pensamiento revolucionario que venía del partido comunista soviético, pero en
el comunismo francés y en el uruguayo habían empezado las críticas. Y de allí