¿Quién
puede resumir en pocas líneas el sentido de una vida? Y algo más: ¿Cómo saber
si es a través de lo que elegimos que estamos
develando lo esencial?
En la
vida de Roberto Yahni, muerto el 24 de abril de 2020 en dolorosas
circunstancias –pandemia, aislamiento, soledad- me atrevo a decir que el eje
fue su vocación. Enseñar, aprender, escribir: y antes de todo esto, por
supuesto, leer.
Lo
conocí siendo su alumna en la cátedra de Literatura Española Contemporánea, en
aquella gloriosa Facultad de Filosofía y Letras que en 1961 tuvo como titular a
Guillermo de Torre, aquel español que supo enseñarnos a leer las vanguardias a través
de sus repercusiones en la literatura española.
Roberto
Yahni era un profesor entusiasta, y nos abrió a sus alumnos,
no mucho más
jóvenes que él, el acceso a escritores españoles que en aquellos años
publicaban en una España soterrada. Fueron mis compañeros los poetas José
Malagón y Luis Tedesco: nunca nos perdíamos
sus clases, en aquellas aulas de la calle Florida y Viamonte.
Había
nacido en 1937, es decir que en aquellos días cumplía 24 años.