Las palabras, esas perras negras…
“No quería componer otro Quijote –lo
cual es fácil- sino el Quijote.”
Jorge Luis Borges,
“Pierre Menard, autor del Quijote”, Ficciones.
Si
Menard no quería componer otro Quijote, si no el mismo de Cervantes, hubo en
cambio un chico que, en su casa de la calle Serrano, tal vez en la sala donde
se guardaban los libros de la familia, en “estantes encristalados”, escribió su
primer texto, como lo cuenta en su Autobiografía,
muchos años después:
“Mi primer cuento fue una historia
bastante absurda a la manera de Cervantes, un relato anacrónico llamado: “La
visera fatal”. Estas cosas las escribía muy prolijamente en cuadernos
escolares.”[i]
Llega la mañana. Abro el correo privado de una red social. Me encuentro con un texto
de unas 15 líneas, que comienza así:
“De tanto perder aprendí a ganar; de
tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo
miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que
mañana subiré.”
Sigo leyendo en diagonal, y termino
así:
“Y no te esfuerces demasiado que las
mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. No las busques,
ellas te buscan. Lo mejor está por venir”
La firma: Jorge Luis Borges
Las palabras y la vida
De
todos los recuerdos que guardo de haber sido, como me digo a mí misma
irónicamente, la privilegiada amanuense de Jorge Luis Borges, hay uno que
quizás por lo cotidiano puede ser ejemplo de su cuidadoso acercamiento a las
palabras.
Una mañana, en su casa de la calle Maipú,
mientras me dictaba aquel hermoso prólogo a la selección de obras de
Shakespeare, Borges me preguntó si se seguía usando la expresión
"sex-appeal"...