martes, 3 de mayo de 2016

Réplica a los porteros del closet. Esta vez, dedicado a Alberto Fuguet, escritor chileno..

Réplica a los porteros del closet    
Clarín.com  »  Edición Sábado 06.09.2003  » 

¿QUIEN LEYO A JOSE DONOSO?
Réplica a los porteros del closet
Quien haya visto el último film de Almodóvar, Hable con ella, encontrará algunas
posibles claves de lo que quizás constituya uno de los logros del siglo veinte:
poder desenmascarar los propios sentimientos y deseos. Pero lo plantea a través
de una paradoja: las orientaciones sexuales siguen necesitando de etiquetas.
Convertir en noticia escandalosa la revelación de la supuesta homosexualidad del
escritor chileno José Donoso me sugiere que la literatura ha perdido nuevamente
la batalla (la autora se refiere a los artículos de Julio Ortega y Carlos Franz
sobre la filtración de papeles privados de Donoso, publicados el 16 de agosto en
esta sección). O en todo caso, la perdió la crítica académica, que no se cura
todavía de la herida que le infligió una de sus últimas novelas, Donde van a
morir los elefantes.

Hace un poco más de un año,
mientras preparaba un artículo sobre Manuel Puig,
conocí un trabajo del profesor español Ramón García Castro, publicado en la
Revista Iberoamericana: "Epistemología del closet de José Donoso". El autor
afirmaba que el chileno había escondido su homosexualidad y ésta había
encontrado una expresión oblicua en algunas de sus obras, revelando su
orientación oculta. Luego supe que las memorias de Fernando Balmaceda, amigo de
adolescencia de Donoso, y la lectura de los papeles personales de éste, que la
universidad de Iowa permitió consultar sin el permiso de su hija, sirvieron a la
prensa chilena para afianzar este descubrimiento extraliterario.

Resulta frustrante comprobar que más de treinta años de construcción de una
nueva teoría literaria y muchos más de psicoanálisis puedan dar como resultado
esta forzada comprobación. Forzada, porque es el mismo Donoso el que revela
muchas de sus claves en otros textos suyos, y es El lugar sin límites la obra
más arriesgada, más directamente alusiva, no a la propia orientación sexual,
sino más bien al dolor de construirse a partir de la afirmación de lo diferente
y ser rechazado por quien no se atreve a aceptarse en este juego convencional de
reglas constituido por el amor. Amor y distintas clases de amores, que no caben
en las etiquetas previstas socialmente para la reproducción ordenada del género
humano.

Estamos ante una muestra de voyeurismo intelectual, una nueva manera de
disfrazar la esterilidad de un pensamiento muerto. Y este voyeurismo que sólo
puede encarar los objetos culturales desde lo biográfico más elemental, que se
empeña en juzgar si alguien debió o no "asumir" -palabra tan cargada de
dogmatismo que se asemeja a la ortodoxamente religiosa "penitencia"- abarca en
los últimos tiempos a escritores que van desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta
Borges o José Donoso. Porque cómo olvidar la argumentación de Daniel Balderston,
también de Iowa, al concluir uno de sus ensayos sobre Borges diciendo que éste
escribió "para cuidarse el culo". Quien debiera asumir su condición, en este
caso de voyeur, es aquél que se empeña, desde la crítica literaria o la
academia, en pedir cuentas más allá de la literatura. Con esto no quiero decir
que la vida de los escritores no tenga importancia. La tiene en la medida en que
la persona real no produce sino desde lo que es. Pero en el terreno de lo
simbólico, y la literatura se construye en el mundo de los símbolos, la lógica
de la vida real toma formas incontroladas. Si Donoso no quiso vivir más
libremente -por lo que sabemos hasta aquí-, quizás fue éste el precio de su
imaginación. Por lo demás, los escritores más interesantes son aquéllos que no
se limitan al campo de la propia experiencia sino los que pueden ponerse en la
piel de los demás.

Donoso no fue un hombre simple. El lo sabía y jugaba con sus propias máscaras un
juego que, a quienes supieron interpretarlo, les resultaba muy estimulante.
Tampoco fue un escritor de esos que se leen de una sola manera. La misteriosa
desaparición de la marquesita de Loria, Casa de campo, "Jolie madame",
Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, Tres novelitas burguesas, son piezas de
un rompecabezas que ofrece posibilidades mucho más perturbadoras que la
tranquilizante comprobación de que, después de todo, aquello era porque Donoso
no se atrevió a vivir su homosexualidad.

Si Donoso quiso jugar el juego de la familia burguesa, a nadie corresponde
juzgarlo. También jugando falsamente el juego de la libertad se puede correr el
riesgo de traicionar la propia esencia. O, simplemente, de conformar a quienes,
bajo un deber ser bastante alarmante por cierto, realizan la operación de la
discriminación al revés. A veces supuestas reivindicaciones no hacen más que
reforzar los viejos estereotipos. La caza de brujas asume la máscara de la
liberalidad y termina mostrando su propia, terca y obstinada miseria: la del que
no puede perdonarles a los demás la verdadera libertad.


J. Delgado ha sido vice-directora de la Biblioteca Nacional. Fue amiga personal
de José Donoso.














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