domingo, 9 de diciembre de 2018

Triptico del desamparo, de Pablo Di Marco.



Difícil elegir cómo abordar el comentario de una novela que ofrece muchos caminos. Y desconcierta. En una entrevista a Di Marco se dijo que era “una novela desesperante”. Quizás lo sea. ¿Pero por qué? Porque la identidad de nosotros los lectores, se va disolviendo en una perspectiva de desintegración de los personajes. 
En mi caso particular, ese mundo de editoriales, suplementos culturales y ferias del libro internacionales, me permite entender algunos guiños que quizás a otros no les representen más que la descripción de un mundo al que no se han acercado. Pero la alusión a una editorial pequeña, respetuosa de los clásicos y de cierta tradición, que luego es absorbida por un pulpo multinacional que termina vaciándola, nos permite analogías de lo que ocurrió en nuestro país hace pocas décadas.
Y el surgimiento de pequeñas editoriales de cuidadosa presentación y excelentes catálogos, como es el caso de Odelia, que a publicado esta segunda novela de Di Marco en 2018, anteriormente publicada en Colombia en 2012.
Sería banal limitar el comentario a ese contexto: se trata de un relato barroco y al mismo tiempo ceñido a un admirable creación de personajes: Irene, Álvaro, Rafael, Ignacio, Laura, y otros secundarios que contribuyen no solo a la trama sino también al desarrollo de un juego  de espejos, elemento que aparecerá en la novela como metáfora pero también como dato de la realidad.
Los personajes van creciendo y dejando lugar unos a otros, a veces desapareciendo para resurgir en momentos en los que permitirán al que se yergue como paradigma, Rafael,  poder adentrarse en una vida que ha seguido derroteros inesperados y nunca el lector sabrá si lo ha satisfecho.
Di Marco nos ofrece como lectores la posibilidad de desentrañar también la identidad de un autor que quiere confundirse con el crítico que seguramente es. Dentro y fuera de la novela. Lector, narrador, creador de una propuesta de lectura no solo atractiva sino también filosóficamente interesante: cómo se transforma una vida a partir de la pérdida de aquel rostro que se tuvo y al que el espejo devuelve convertido en otro. Y el amor, una renuncia a la que la vejez no está dispuesta a ceder, a través del personaje femenino misterioso y evanescente de Irene.
Además, el homenaje a una Venecia que se confunde con el sueño de un ser enfermo, físicamente derrotado, pero capaz de arriesgarse a una búsqueda que podría ser el delirio de un agonizante pero también el sueño de un artista frustrado.
Y la pregunta: ¿quién es el autor del ·”Tríptico del desamparo”?  Lectores, arriésguense.




martes, 17 de abril de 2018

Un Bartleby del sur

*Un Bartleby del sur: José Bianco

“…se acostó entre un fragante desorden de junquillos, varas de nardo, fresias y espadañas.”
          José Bianco, Sombras suele vestir.


Era una noche de verano, y Natalia Kohen, la pintora y mecenas de tantos artistas, nos había invitado a su casa. Natalia vivía en la avenida Libertador, en un piso donde albergaba su colección de pintura argentina. Era mi primera visita, y aunque los invitados éramos los de siempre en los domingos de Natu Poblet, esta vez mi expectativa era distinta.
Yo vivía por entonces en el barrio de San Cristóbal, y un extraordinario colectivo, el 101, me dejaba prácticamente en la puerta de su casa. A esa hora –nochecita- pude sentarme,  y más o menos a la altura de la calle Juncal, subió un señor delgado, elegante, de unos setenta años, que con gesto adusto y voz severa le indicó a una chica que estaba sentada en los asientos delanteros, que debía dejarle el lugar. Ella obedeció al instante.

viernes, 13 de abril de 2018

Las palabras, esas perras negras...


Las palabras, esas perras negras…

            “No quería componer otro Quijote –lo cual es fácil- sino el Quijote.”
                        Jorge Luis Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”, Ficciones.


Si Menard no quería componer otro Quijote, si no el mismo de Cervantes, hubo en cambio un chico que, en su casa de la calle Serrano, tal vez en la sala donde se guardaban los libros de la familia, en “estantes encristalados”, escribió su primer texto, como lo cuenta en su Autobiografía, muchos años después:
            “Mi primer cuento fue una historia bastante absurda a la manera de Cervantes, un relato anacrónico llamado: “La visera fatal”. Estas cosas las escribía muy prolijamente en cuadernos escolares.”[i]

Llega la mañana. Abro el correo privado de una red social. Me encuentro con un texto de unas 15 líneas, que comienza así:

“De tanto perder aprendí a ganar; de tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo. Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré.”
Sigo leyendo en diagonal, y termino así:
“Y no te esfuerces demasiado que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. No las busques, ellas te buscan. Lo mejor está por venir”

La firma: Jorge Luis Borges

Las palabras y la vida

De todos los recuerdos que guardo de haber sido, como me digo a mí misma irónicamente, la privilegiada amanuense de Jorge Luis Borges, hay uno que quizás por lo cotidiano puede ser ejemplo de su cuidadoso acercamiento a las palabras.

Una mañana, en su casa de la calle Maipú, mientras me dictaba aquel hermoso prólogo a la selección de obras de Shakespeare, Borges me preguntó si se seguía usando la expresión "sex-appeal"...

jueves, 12 de abril de 2018

Sergio Pitol: el delirio de lo incierto



*Sergio Pitol: el delirio de lo incierto
                                                        “Estaba ciego en la lucidez pero tú has hecho girar la locura..
                                                          Todo es visión, todo está libre de sentido”
                                                                   Antonio Gamoneda

          Estoy en casa leyendo noticias literarias. Octubre de 2013, mientras repaso y vuelvo a repasar estas páginas. Y me entero de que en estos días se acaba de rendir un homenaje a Sergio Pitol, en Xalapa, por haber cumplido hace unos meses ochenta años. Me indican un video, lo busco. Y allí está Pitol,  sentado, ligeramente encorvado, pero sonriente. Tal como lo vi en diciembre del año pasado en Guadalajara. En la mesa de los conferenciantes, un ejemplar de Los mejores cuentos de Sergio Pitol y una rosa.

Las primeras señales que tuve de él fueron por mi amigo José Donoso. Era su cumpleaños de setenta años en Santiago, y alguien recordó aquel capítulo de la Historia personal del boom, en el que Donoso, siempre tendiente a la exageración, adjudica el fin del boom a la Nochevieja (para nosotros “fin de año”) de 1970. En la casa de Luis Goytisolo, Julio Cortázar y Ugné, Gabriel García Márquez y su mujer, Carmen Balcells, la gran agente literaria de todos ellos.
También Jorge Herralde,  editor a quien debemos nuestras mejores lecturas, [1]en una inolvidable Noche de los Libros en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (2006)  recuerda esta noche, pero desde otro ángulo: el momento en que entendió que realmente había llegado al conocimiento de Sergio Pitol.
Pero volvamos al texto de Donoso.

viernes, 16 de febrero de 2018

México y los 80 años de Carlos Fuentes

Carlos Fuentes, del misterio de la novela al desafío de la historia
“Lo que tú llamas morirse es simplemente el último dolor”
Ambrose Bierce, acápite a la novela Gringo viejo (1985)

                            
                                               
“El desafío de la novela moderna es la simultaneidad, no la linealidad”, dijo hace apenas quince días el escritor mejicano en Buenos Aires. “Porque Velázquez pinta lo que el espectador no ve.” Y concluyó que si “el mundo era uno antes de la publicación de Don Quijote en 1605 y otro, para siempre, después”, en Latinoamérica aun falta escribir la gran novela potencial, aquella que cambiará al mundo. O que, en todo caso, lo dividirá en un antes y un después.
Si Cervantes inaugura la novela moderna, si Balzac relata el devenir posterior a la revolución francesa, indudablemente Carlos Fuentes va y viene, en su profusa producción, sobre el fracaso de la Revolución Mexicana. Pero este “fracaso” es, en todo caso, una oportunidad para el gran país donde confluyen la España colonizadora con las fuertes culturas originarias.

Escribir con Borges

Escribir con Borges

"Estoy ausente porque soy el narrador" 

El libro de las preguntas, Edmond Jabes
Más allá de lo anecdótico, de lo que darán cuenta sin duda periodistas y quizás historiadores de la vida literaria, haber participado de la escritura junto a Borges significó para mí una experiencia reveladora- Si quiero trasmitirla a otros, lejos de la pretensión de decir algo nuevo sobre su obra literaria, es porque creo sin lugar a dudas que la persona de un escritor es su escritura y viceversa. Nadie que no tenga grandeza en el trato cotidiano podrá decir más que lo que otros dijeron, y ningún acercamiento crítico podrá develar cuál es el lazo misterioso entre la persona y la escritura.
Borges ha contado infinitamente las mismas anécdotas. Claro, no podía reescribir su vida para volver a contarla, y por otra parte, su vida parece haber sido corta en episodios destacables. Sin embargo, pensar acerca del momento en el que el escritor decidía volver al pasado para repetir –para mí era la primera vez- por ejemplo, cómo volvía en tranvía desde la calle Carlos Calvo, de la biblioteca Miguel Cané, leyendo la Divina Comedia, me remitía inmediatamente a la desesperanza, a tantos momentos en los que uno mismo piensa en qué medida vale la pena continuar con lo emprendido, y sobre todo, me remitía a este hombre absolutamente ligado a la felicidad a través de los libros. Y esto me importa, porque pocas veces conocí escritores verdaderamente "literarios". Muchas veces el placer se posterga para dejar lugar a otros mecanismos menos vitales. Cuando Borges hablaba acerca de este viaje en tranvía, siempre terminaba diciendo: "Yo pensaba que algún día todo sería distinto."