martes, 1 de enero de 2019

Un buen judío, de Carolina Esses

Editorial  Bajo la luna, Buenos Aires, 2017.

Lo primero que leemos es un poema en inglés de Wallace Stevens:  “Uno debe tener un ánimo de invierno /para considerar la escarcha y las ramas…”. Tras esto, comienza la novela y la nieve solo aparecerá en la página 123.
Pero antes, un título sin duda desafiante: esa palabra, judío, en una novela escrita por quien decide desentrañar una historia familiar. El marco es una situación habitual: un casamiento, una pareja que hace primero su ceremonia civil y luego se prepara para un festejo que se ve alterado por el aviso de que el padre del novio ha sido internado por unos dolores que supuestamente corresponden a una hernia que va a ser operada de urgencia pero sin ningún mal pronostico .
Y de aquí en más se despliegan los datos: la novia, Anita, es católica: Hernán, el novio, es el hijo de Elías Fauré, el buen judío, que ha dejado de serlo, rechazado y condenado por su entorno religioso pero también familiar, ya que se ha casado en segundas nupcias con una mujer no judía, madre de Hernán y de Martín.
Al conflicto religioso, que más que religioso es en todo caso cultural, se añade los naturales roces entre hermanos, hermanastros, medio hermanos y por supuestos, parientes políticos.