miércoles, 15 de enero de 2020

Javier Cercas, Terra Alta

¿Y si Javier Cercas fuera un Cervantes del siglo XXI?

Jorge Luis Borges, en sus “Magias parciales del Quijote”, de su libro Otras inquisiciones (1952)[i], nos dice al hablar de Cervantes y su composición del Quijote: “El plan de su obra le vedaba lo maravilloso; este, sin embargo, tenía que figurar, siquiera de manera indirecta, como los crímenes y el misterio en una parodia de la novela policial.” (pag. 256). Con lo cual está equiparando la gran novela que parodia la novela de caballerías con lo que podría hacer quien parodiara la novela policial.
 Más adelante nos recuerda cómo, en el sexto capítulo de la primera parte, el cura y el barbero revisan la biblioteca de don Quijote: “asombrosamente, uno de los libros examinados es la Galatea de Cervantes, y resulta que el barbero es amigo suyo y no lo admira demasiado, y dice que es más versado en desdichas que en versos y que el libro tiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada. El barbero, sueño de Cervantes o forma de un sueño de Cervantes, juzga a Cervantes…”  (pág. 257).
Principio del capítulo noveno: “sabemos que la novela ha sido traducida del árabe y que Cervantes adquirió el manuscrito en el mercado de Toledo, y lo hizo traducir por un morisco, a quien alojó más de un mes y medio en su casa, mientras concluía la tarea.” (pág. 267)
Los protagonistas del Quijote son, asimismo, lectores del Quijote, dice Borges, porque en la segunda parte han leído la primera. Y antes ya había dicho “En la realidad, cada novela es un plano ideal; Cervantes se complace en confundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del libro.”

¿Por qué digo esto?
Porque Cercas, esta vez, comienza engañándonos: nos da la noticia de un crimen, nos muestra la historia de un policía premiado por su lealtad a la verdad y a la investigación, y luego va hacia atrás en esta historia de un Melchor cuya niñez y juventud sufrió de la falta de un padre, y en cambio tuvo una madre cuyo oficio le impedía estar siempre con su hijo pero al mismo tiempo hizo que este dudara y siga dudando, ante cada visitante masculino, de su identidad y del origen.
Cercas planta esta vez una estructura que maneja sorprendiendo a sus lectores: porque a la vez que elige un protagonista que va creciendo en el tiempo real –el tiempo del relato nos lo muestra en un presente que es el de la investigación y que avanzará un tiempo más hacia el desenlace-,  lo rodea de otros personajes secundarios que le sirven, como en la gran novela realista,