sábado, 25 de julio de 2015

Inventa un cuento que te sirva de memoria

Inventa un cuento que te sirva de memoria

Nona Fernández es chilena. Actriz, directora de teatro, autora de series televisivas. Publicó su primera novela en 2002. Y sin embargo, la conozco de casualidad en la feria del libro de Buenos Aires, en 2013. Voy a una mesa redonda (o panel? Cómo se dice ahora? Importa mucho?) me compro su libro porque me llama la atención la tapa. Un dragón sobre un fondo dinámico. Y hablo con ella, y me lo firma. Es joven, nació en 1971. Lo leo en el invierno, y lo releo ahora, en este diciembre agobiante de calor. Y me fascina por segunda vez.
Porque Nona inventa una memoria sobre lo que es la memoria de todos. De todos los que hemos vivido los golpes de estado de los setenta.
Las desapariciones, el silencio, el miedo. No importa cuánto hay de memoria real. No importa cuánto ha podido vivir esta autora, que era una chica cuando el Chile de Pinochet aplastaba todo lo que podía haberse construido en muy pocos años de democracia. En este caso, importa la literatura.
Porque Fuenzalida ( un apellido que tiene de fuente y de salida, claro) es una construcción literaria original, donde nada es obvio, donde el héroe tiene varias caras pero siempre es eso: un héroe, el héroe pequeño, como pueden haberlo sido muchos. La multiplicación de los Ernesto Fuenzalida tal vez quiera decir eso: cuantos héroes hubo que fueron anónimos, que se escondieron y resistieron y se salvaron pero perdieron su autonomía, fueron amenazados y obligados a entregar algo a cambio de lo que se les quitaba por la fuerza.
Nona Fernández inventa una protagonista que escribe culebrones, y tiene una receta. Y la receta es la que la autora aplica a su novela, quizás para tomar una distancia difícil de tomar, pero que al ponerla en juego precisamente muestra con crudeza la triste historia de un país aplastado en sus sueños más queridos. “Pedazos de realidad, astillas de lo cotidiano que quedan clavadas en algún lugar de la cabeza.” Y es precisamente la cabeza de un chico la que se convierte en el centro de la historia, un chico que se duerme y hay que internarlo y operarlo para que salga de su sueño. Mientras sus padres lo acompañan y sufren y esperan un final que no se sabe cómo será.
La novela es dramática pero es irónica a la vez, vuelve al pasado pero también encierra las claves de otros seres que se convirtieron en verdugos porque no supieron resistir. Y así se armó la red de complicidades que llevó a la creación de lugares de tortura y muerte, a la desaparición de personas, pero también al reconocimiento de esa historia en un pueblo que no ignoró ni le dio vuelta la cara a lo que había ocurrido. Porque las marcas están, y no se van a borrar en mucho tiempo.
La autora/narradora incluye lo que llama “”los materiales adjuntos. Parecen ser testimonios de archivo (lo son?) y añaden un efecto de realidad que no aporta a la trama, pero se convierte en espejo de lo que la niña narradora, ya adulta, puede recordar. Imperan sin embargo los fantasmas, ese fantasmal Fuenzalida al que una fotografía encontrada en la basura vuelve al presente. Aunque no se pueda enterrar a los fantasmas, como dice la protagonista, ni siquiera debajo de unas baldosas enceradas.

Baldosas enceradas como las que hoy señalan algunos lugares muy precisos donde se llevó a cabo el crimen. Donde murieron aquellos inocentes que quisieron una vida mejor para todos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario