Javier Cercas, Terra Alta
¿Y si Javier Cercas fuera un Cervantes del siglo XXI?
Jorge Luis Borges, en sus “Magias parciales del Quijote”, de
su libro Otras inquisiciones (1952)[i],
nos dice al hablar de Cervantes y su composición del Quijote: “El
plan de su obra le vedaba lo maravilloso; este, sin embargo, tenía que figurar,
siquiera de manera indirecta, como los crímenes y el misterio en una parodia de
la novela policial.” (pag. 256). Con lo cual está equiparando la gran novela
que parodia la novela de caballerías con lo que podría hacer quien parodiara la
novela policial.
Más adelante nos recuerda cómo, en el sexto capítulo de la primera
parte, el cura y el barbero revisan la biblioteca de don Quijote:
“asombrosamente, uno de los libros examinados es la Galatea de
Cervantes, y resulta que el barbero es amigo suyo y no lo admira demasiado, y
dice que es más versado en desdichas que en versos y que el libro tiene algo de
buena invención, propone algo y no concluye nada. El barbero, sueño de
Cervantes o forma de un sueño de Cervantes, juzga a Cervantes…” (pág.
257).
Principio del capítulo noveno: “sabemos que la novela ha sido traducida
del árabe y que Cervantes adquirió el manuscrito en el mercado de Toledo, y lo
hizo traducir por un morisco, a quien alojó más de un mes y medio en su casa,
mientras concluía la tarea.” (pág. 267)
Los protagonistas del Quijote son, asimismo, lectores del Quijote, dice
Borges, porque en la segunda parte han leído la primera. Y antes ya había dicho
“En la realidad, cada novela es un plano ideal; Cervantes se complace en
confundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del
libro.”
¿Por qué digo esto?
Porque Cercas, esta vez, comienza engañándonos: nos da la noticia de un
crimen, nos muestra la historia de un policía premiado por su lealtad a la
verdad y a la investigación, y luego va hacia atrás en esta historia de un
Melchor cuya niñez y juventud sufrió de la falta de un padre, y en cambio tuvo
una madre cuyo oficio le impedía estar siempre con su hijo pero al mismo tiempo
hizo que este dudara y siga dudando, ante cada visitante masculino, de su
identidad y del origen.
Cercas planta esta vez una estructura que maneja sorprendiendo a sus
lectores: porque a la vez que elige un protagonista que va creciendo en el
tiempo real –el tiempo del relato nos lo muestra en un presente que es el de la
investigación y que avanzará un tiempo más hacia el desenlace-, lo
rodea de otros personajes secundarios que le sirven, como en la gran novela
realista,
para ir planteándose a sí mismo quién es, dónde se inscribe su identidad.
para ir planteándose a sí mismo quién es, dónde se inscribe su identidad.
Como ya nos tiene acostumbrados, Cercas dirige hacia otros textos o
escritores su linterna de detective. Lo principal, la novela Los
miserables, de Victor Hugo, que Melchor ha leído en su breve paso por la
cárcel , donde una biblioteca le ofreció esta posibilidad, a alguien cuyas
costumbres no pasaban precisamente por la lectura.
Y es en esa novela donde descubre una manera de entender el mundo: Javert
y Jean Valjean, el bueno y el malo –más adelante Olga le dirá que no existen el
bueno y el malo-, el que se redime y el que se oculta. Y cuando ya en Terra
Alta Melchor busque en la biblioteca pública este libro, se abrirán ante él
otros horizontes: nuevos libros, nuevas personas, nuevos afectos.
La muerte de su madre lo hace buscar en el destino policial una
oportunidad de investigar quiénes y por qué la mataron; otras muertes
posteriores, no sólo la de los dueños de Gráfica Adell, asesinados, van a
permitirle, entenderse a sí mismo pero también a los otros: el caporal, Ferrer,
Valinas, la mujer a la que finalmente se va a unir. Y los policías e
inspectores que luchan sordamente entre sí para llevarse las palmas del
descubrimiento.
“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.” Esto
afirma Victor Hugo. Y esta pareciera ser una frase clave, porque Melchor sin
duda es un valiente. Pero también un justiciero, como cuando se propone
vengarse de los males de su madre pero a la vez castigar a todos aquellos
varones que maltratan a las mujeres. Y lo hace arriesgando cada vez su lugar
seguro en el trabajo que le permite sostenerse.
A quienes conocemos España no solo por los libros sino también por la
historia familiar, la elección de este lugar simbólico: la ribera del Ebro,
donde se desarrolló una de las batallas decisivas de la cruel guerra civil, nos
conmueve estética y emocionalmente. Esa guerra que Cercas nunca ha
olvidado, y que ha recordado incluso para traer al presente historias
familiares, como El monarca de las sombras (2017), donde no
solo nos muestra como pocos el proceso de su escritura, sino que cuenta la
historia de su tío abuelo Manuel Mena, muerto a los 29 años en plena guerra,
alférez del ejercito falangista. Al presentarla en TVE, afirmó algo que
pareciera obvio y no lo es: “Hay que hablar de la guerra pero hacerlo bien”. Y
no es obvio porque también se ha escrito mucho desde el oportunismo y aun desde
la hipocresía.
¿Y qué encuentra Melchor en la Biblioteca?
Como en el Quijote, aquí los personajes hurgan en los estantes
de esa biblioteca pública que es atendida por una bibliotecaria que se gana la
confianza de Melchor, Olga.
Olga será el nexo con ese pasado de quienes saben cosas de la guerra pero
no quieren contarlas, y cuando sentados en un banco de plaza ella le muestre
las marcas de cómo se afilaron allí las bayonetas de los soldados rebeldes, a
Melchor también se le abrirá una puerta nueva: qué pasó en ese pueblo que él
ama, por cuya justicia pelea aun sin saber exactamente por qué
El thriller, ¿se parece a la novela puzzle?
Resulta llamativa la inclusión del libro de Georges Perec La vida
instrucciones de uso, publicado en español por primera vez en 1992, y que
quizás sea el otro gran pilar de la novela de Cercas, junto con Los
miserables. El mismo Perec dice de su proyecto que le insumió 9 años: “Me
imagino un edificio parisino al que se ha quitado la fachada… de modo que,
desde la planta baja a la bohardilla, todos los aposentos que se hallan en la
parte anterior del edificio sean inmediata y simultáneamente visibles.”
Y en su preámbulo nos da la clave de su idea: “Al principio el arte del
puzzle parece un arte breve, un arte de poca entidad, contenido todo él en una
elemental enseñanza de la Gestalttheorie: el objeto considerado (…) no es una
suma de elementos que haya que aislar y analizar primero, sino un conjunto, es
decir una forma, una estructura: el elemento no preexiste al conjunto (…) solo
olas piezas que se hayan juntado cobrarán un carácter legible(…) las dos piezas
milagrosamente reunidas ya solo son una, a su vez fuente de error, de duda, de
desazón y de espera.” [ii]
La referencia a Albert Camus y su novela El extranjero,
también desde este punto de vista una novela puzzle, permite que Melchor
reconozca el hecho inevitable de la vida de su madre, y el lector avezado sabrá
cómo resulta esta persecución de los delincuentes que sorprenden al personaje,
y quien resulta ser al fin “el extranjero”.
Y ese final o revés de la trama
Cuando ya falten muy pocas páginas - hemos leído más de trescientas- la
trama se desata por donde no lo esperábamos. Vuelve otra vez a abrirse esa
herida que ninguna batalla, ni ganada ni perdida, podrá borrar: la herida de la
venganza, la de ese odio que pocos quieren aceptar como inevitable y buscan
otras razones. Entonces comprendemos que también hay en el autor de Los
miserables un vinculo con este odio y una clave para comprender este
nudo: porque Víctor Hugo también fue un expatriado, porque también luchó con
sus armas, las de la pluma, por su patria, y porque cuando se le permitió
regresar desde la isla de Guersnay, uno de sus refugios, no lo hizo, porque
alegó que era él quien decidiría cuando volver.
El principio: “Melchor está todavía en su despacho, cociéndose en el
fuego lento de su propia impaciencia por terminar el turno de noche, cuando
suena el teléfono. Es el compañero de guardia en la entrada de la comisaría:
hay dos muertos en la masía de los Adell, anuncia.
-¿Los de Gráficas Adell?-pregunta Melchor.”
Entonces Melchor comprende que Terra Alta es su patria, que se la dio el
amor pero también la fatiga del trabajo, un trabajo que lo merece
–se merecen- más que nunca.
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